Laicos por el Bien Común es una
iniciativa ciudadana independiente de cualquier partido político o persona en
particular. En cumplimiento de sus objetivos, lo que ha hecho es verificar los
contenidos y las propuestas de éstos en el actual momento electoral, y ha
establecido un ACUERDO PROGRAMÁTICO EN LÍNEA DE PRINCIPIOS con quienes se han
comprometido explícita y públicamente a respetar, defender y promover la
Dignidad Integral de la Persona Humana, las Instituciones anteriores al Estado
como la Persona, el Matrimonio y la Familia, y el Bien Común.
Estas personas han hecho, por
primera vez en la historia de nuestro país, lo que nadie jamás se había
atrevido: comprometerse de manera explícita
y pública con los Principios que sustentan, respetan y promueven la Dignidad de
la Persona y el Bien Común. No se trata de un acto de oportunismo, sino de
gran valor y seriedad, ante realidades tan graves y trascendentes como la Vida
y el Orden social.
Sabemos que, difícilmente, en el
ámbito político encontraremos personas conocedoras de estos temas en su
fundamentación ética y antropológica, pero por lo mismo debemos participar, y
hacerles ver estas realidades que, desde lo público, el gobierno, el poder
legislativo y las Cortes, están siendo modificadas, adulterando el orden
natural y ejerciendo una forma de violencia sutil sobre las mismas y sobre
nuestros hijos, adoctrinándolos con una moral de estado que los incita al
desorden moral y, en consecuencia, destruye el Orden Social.
Como ciudadanos, es un ejercicio muy
valioso, necesario y sano, que cada quien ejerza su derecho de expresar con
libertad su sentir y su opinión. Es lo que promovemos: participar activa y
proactivamente en el debate político actual, a pesar de las desilusiones que
todos tenemos en relación con la política. Es, además, nuestro deber cívico y,
como cristianos, hacerlo a conciencia, pese a las limitaciones humanas de los
candidatos. Estamos obligados, y no podemos simplemente limitarnos a cuestionar
y a criticar: en el peor de los escenarios, aplica aquello de que "de
todos los males, el menor".
Estas personas necesitan que les
ayuden a VER, para acertar y no volver a errar. Si no lo hacemos nosotros,
llegarán otros cargados de intereses que los inducirán a error en nombre de una
pseudo justicia amparada en una falsa libertad. En esta ocasión, los cristianos
tenemos que elegir y exponernos, o no tendremos más espacio en la vida pública
que el de ser una especie de ciudadanos de segunda, criticones y poco activos.
No hay más con quién contar en
este particular momento de nuestra vida y de nuestra historia. Comparemos las
opciones: los partidos tradicionales fusionados bajo una supuesta unidad que
sólo les asegura cuotas burocráticas, y una izquierda totalitaria que busca
legitimar los desafueros de una lucha armada e imponer el totalitarismo
inherente a la ortodoxia marxista. Entre esos dos extremos hay un centro que
mira con realismo, objetividad y sentido común las posibilidades de una paz
justa.
En el centro ha de prevalecer la
democracia, legítima y justa, como virtud garante del orden social,
institucional y del bien común. Aristóteles definió la virtud como el justo
medio entre el exceso y el defecto, y no como una medianía que todo lo acepta y
todo lo concede. Así por ejemplo, el valor es la virtud que provee el
equilibrio entre dos vicios o extremos: el temor y la temeridad.
En el Centro –si es que no hemos
perdido aún la memoria, aunque sí tal vez la gratitud–, hay una opción clara,
sensata, de sentido común, que ofrece una mirada objetiva y equilibrada de la
realidad, en línea de principios. Una opción clara y seriamente comprometida
con el bien común, que es “el bien de todos y cada uno, para que todos
seamos verdaderamente responsables de todos”. Una opción fundada en convicciones sólidas y estables, de
las que conviene aclarar que una convicción no es aquello de lo que yo estoy
convencido –el subjetivismo relativista– sino la adhesión consciente a aquellas
proposiciones que expresan con fuerza, la fuerza de la verdad.
Esta campaña exige, pues, no sólo
una pedagogía de las opciones sino de las convicciones. Elegir, en esta
coyuntura, será no sólo un ejercicio de la consciencia, sino una expresión de
la calidad y de la fuerza de nuestra convicción. Por ello hemos hecho un voto
de confianza, para que el resto de nuestros ciudadanos haga uno de conciencia.