domingo, 15 de junio de 2014

Luego del resultado de las elecciones, ¿qué sigue?

De manera inmediata, la expectativa por el cumplimiento de las promesas de campaña. De manera mediata, el balance entre éstas y los resultados de la gestión durante y al final del cuatrienio presidencial. Para todos, los ciudadanos del común, y quienes nos consideramos fieles laicos, sigue la vida y siguen las obligaciones y los retos personales, familiares, profesionales, sociales y de trabajo de todos los días, en los ámbitos propios en los que actuamos, y en los que tenemos y prevalece la obligación que nos corresponde de animar cristianamente el orden temporal.

Como iniciativa ciudadana, reiteramos nuestra autonomía e independencia, pero reafirmamos la necesidad de contribuir a una participación más cualificada, madura y comprometida de los fieles laicos en la vida pública, en los debates sociales y, aún, en los procesos políticos, con plena consciencia y responsabilidad, atendiendo siempre en ello al Magisterio de la Iglesia, en defensa y promoción de la Verdad, de la Vida, de la Familia, de los auténticos Valores y Derechos Humanos, de la Dignidad Humana, y del Orden Social e Institucional.

Nos satisface haber contribuido a animar la participación ciudadana de los fieles laicos de una manera más comprometida y consecuente, cooperando así a cerrar la brecha entre la fe que profesamos y la ética que vivimos, para superar la apatía, el desconcierto, la falsa prudencia y el silencio que en muchas ocasiones acaban siendo mecanismos cómplices de la degradación y de la corrupción moral, así como de la descomposición institucional y de la desintegración social.

En el actual contexto humano y social global tenemos mucho por hacer, y apenas hemos comenzado. También tenemos mucho qué aprender y depurar, para decantar unas líneas de acción mejor definidas, más claras y efectivas. Mientras haya ciudadanos, habrá actividad social y política y, por ende, necesidad de participación, así como de liderazgo y de formación. Y éstas nos ofrecen siempre, y cada vez, nuevos y mayores retos, que demandan una respuesta coherente en la defensa y promoción humana integral de la Persona y de su Dignidad inviolable.

Estos desafíos son permanentes y, por lo tanto, es ahora cuando con oración, reparación, ofrecimiento, trabajo serio y responsable y, especialmente, consagración de nuestras vidas, familias, obras, y de nuestra patria al Sagrado Corazón de Jesús a través del Inmaculado Corazón de María, nos corresponde ser más activos, comprometidos y coherentes en la construcción del Bien Común.

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