viernes, 13 de junio de 2014

Voto Católico: ¿en conciencia o en silencio…?

El sano debate

La convivencia y el debate de ideas y de puntos de vista que se ofrecen como opuestos no sólo es necesario sino sano para la sociedad, pues evita la disyuntiva de los extremos, proveyendo un equilibrio racional que la matiza y la supera.

El contexto político es el ambiente propicio para dicho debate, dentro de la institucionalidad democrática propia de un Estado de Derecho. Y la coyuntura electoral, el espacio propio para su ejercicio consciente, libre de coacciones y de cualquier forma de presión física, social o psicológica.

Polarización e instrumentalización ideológica

Pero este panorama se enrarece si el libre ejercicio de la expresión y de la difusión del pensamiento se distorsiona recurriendo a la instrumentalización de las ideas y de los conceptos, convirtiéndolos en propaganda. Aparece entonces la polarización ideológica.

El amplio y aun excesivo protagonismo que alcanzan los medios de comunicación mediante la reiteración de los mensajes propagandísticos es tal, que no sólo opacan sino apagan las ideas hasta hacerlas del todo inútiles como vehículo racional y de argumentación. Su papel se amplifica o se distorsiona, ya sea como promotores de una determinada plataforma política o como detractores de la contraria.

De igual manera, el ejercicio de la opinión equilibrada, basada en una sana racionalidad argumental, se diluye y casi desaparece ante la inusitada fuerza que cobran y con la que se expresan el apasionamiento, la exaltación y los esquematismos reduccionistas con que operan las ideologías.

La Conciencia y el imperativo de la Verdad

En primer lugar, como Católico, mi obligación es votar en conciencia. Pero “votar en conciencia” no es lo mismo que hacerlo en silencio: los cristianos tenemos, ante todo, un compromiso con la Verdad, y estamos obligados a pregonarla desde los tejados, a tiempo y a destiempo, a todos los hombres, para que se hagan discípulos de Jesús y se bauticen en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Ese es el mandato que hemos recibido y al que nos hemos adherido de manera irrenunciable.

Tentaciones

Pero, como Crisitianos, somos tentados al engaño, aún con las mismas Palabras y realidades Sagradas, como el anhelo de Paz, y hasta con el Evangelio: "Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 3,5). Sí, es un llamado claro a trabajar en favor de la paz. Pero no una paz difusa e indefinida, sin coordenadas.

No una Paz vacía de sentido o emotiva

Es decir, no se trata de un deseo vago que no precisa lo que es la Paz, y que no la relaciona con la Justicia y con la Verdad, como lo hace el Señor a lo largo de toda la Sagrada Escritura: “La Justicia y la Paz se besan” (Salmo 84, 12), y el mismo salmo dice unas líneas antes: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón» (Vers. 9), y «La salvación está ya cerca de sus fieles» (Vers. 10).

De hecho, el Salmo 84 centra toda posibilidad real de Paz para el pueblo en el regreso, es decir, en la conversión y en la justicia, como condiciones insalvables para obtenerla, recordando siempre y enfatizando que la Paz es, por sobre todo, un Don de Dios. Y es en este mismo sentido que Jesús nos dice: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn 14, 27).

El Bien Común

Esto es lo que debe considerar todo cristiano antes de votar, tomando en cuenta que la Paz hace parte del Bien Común, que todos estamos obligados a construir animando cristianamente el orden temporal (Exhortación “Los Fieles Laicos”, No. 42, Juan Pablo II). El Católico no vota con mentalidad de empleado, ni de funcionario con "derechos adquiridos", sino procurando el Bien Común, con base en la Verdad y en la Justicia.

Conciencia y coherencia

Por eso, en la actual coyuntura electoral, los cristianos no somos "uribistas" o “santistas”, sino que, con base en lo anterior, tenemos el grave deber de informarnos y de buscar el fondo de las opciones que se nos presentan, atendiendo a que éstas correspondan a un programa coherente y a unos valores sólidos y claros, y no a la demagogia o al afán de elección.

Preservar y expresar el auténtico sentido del Bien Común

Jesús explicita el sentido plenamente espiritual de la Paz, afirmando que ésta es suya, y por eso sólo Él, el Príncipe de la Paz, nos la puede dar: "Mi Paz os dejo, mi paz os doy…”; y, más aún, no como os la da el mundo...". Esto es lo que enseñan la Doctrina y el Magisterio de la Iglesia. Por ello es muy grave que se instrumentalice de forma tan superficial La Palabra Sagrada contenida en el Evangelio, olvidando, además, que "trabajar por la paz" no es simple o únicamente lo que humana o políticamente se ha hecho, o la anteposición de un anhelo al Orden Social e Institucional.

Expresar públicamente nuestra fe, también en el ámbito político

De lo anterior se desprende un criterio de elección fundamental: si bien hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, es decir, saber delimitar el ámbito secular del ámbito Sagrado, también hay que ser claros, pues la fe contiene una dinámica propia que se expresa y debe expresarse públicamente, por lo que no se restringe al recinto privado de una conciencia secuestrada y silenciosa.

Los Católicos, y los cristianos en general, no somos ciudadanos de segunda, sino en ejercicio, del mismo modo que Pablo, siendo Apóstol de Jesucristo, era un ciudadano romano con plenos derechos, y estos incluían su libertad de expresión y religiosa.

Cooperar sólo con el Bien

El secularismo que pregona pluralidad y tolerancia, es el mismo enemigo agazapado que pretende silenciar la expresión de la Fe y de la Verdad. No es extraño, pues, que en la actual coyuntura, la masonería haya anunciado abierta y públicamente su respaldo a Santos. Pero la Iglesia ha sido siempre clara y enfática: no se puede ser cristiano y masón, o cooperar de algún modo con el mal.

Dar razón de nuestra opción

Por ello hay que estar alerta, optar, elegir y no callar: aunque el voto se ejerza en conciencia, nuestra dignidad como cristianos y nuestra libertad como ciudadanos, no nos exigen que lo hagamos en silencio, sino dando razón de nuestra opción.

La paz que proviene de los enemigos de Dios, y de quien niega a Su Hijo, Jesucristo, es una falsa paz: una "paz" sin Dios, sin Cristo y sin Espíritu. Un apaciguamiento de las conciencias para pervertir el orden moral y natural.

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